Foto de @xsalas |
Lógicamente en todo
trabajo o desarrollo profesional intentaremos “no hacer” aquellas tareas que no
aporten nada, que no sirvan para mejorar, avanzar, vender o producir mejor
resultado directo en nuestro desempeño.
Así que, toda tarea
“inútil” en nuestro trabajo tiende a ser desbancada de su lugar, debe ser
olvidada y se considera una perdida de tiempo.
Todo buen profesional que
llegue a un nuevo desempeño analizará aquello que está en su ámbito de
responsabilidades e intentará desempeñarlas con la mayor eficacia posible, sin
dilaciones.
Imaginemos que estamos
realizando un proceso de selección para una importante empresa, que hemos
tenido mucha repercusión –traducido en número de candidatos- y que el nivel ha
sido excelente. Después de sesudas entrevistas, complejos informes y largas
reuniones de deliberación tomamos la decisión de incorporar a uno/a de los
candidatos/as.
Por el camino –más o
menos largo- hemos dejado un reguero de “cadáveres candidatos”, que en realidad
para nosotros no son más que aspirantes que no llegaron a cumplir con las
expectativas marcadas, por tanto en este momento ya son material fuera de uso.
Algo que teniendo un determinado valor, lo pierde de forma instantánea en el
momento que te decantas por otro/a.
Sin embargo –en el otro
lado de la cama-, cada uno de esos cadáveres –para el reclutador- sigue
teniendo vida, aspira –suspira- que suene su teléfono y le digan que es él/ella
la elegida, o al menos que continúan y no esta descartada.
En realidad hemos
sembrado el camino con un reguero de sentimientos, de esperanzas, de ilusiones,
de planes… que solo se cumplirán para uno/a. Y que siempre se cumplirán para
nosotros, pues somos los que elegimos.
Es el momento de pensar
en ell@s. Estás cerrando la carpeta que abriste cuando se inició el proceso de
selección, cuando pusiste todo tu empeño en que sería un proceso ejemplar donde
encontrarías ese “mirlo blanco” que tu empresa necesita. Crees que has
contratado al/a la mejor, bueno al menos de los que has conocido, el resto ya
no te interesa. Piensas por un momento en algún@ de ell@s, sientes la tentación
de llamar para dar una pequeña explicación, sabes que lo merece.
Pero ese trabajo ya es
inútil ¿Qué aporta a tu desempeño de cara a tus responsabilidades esa llamada?
Nada, es una tarea “inútil”, o acaso será mejor el proceso si llamo. No. La
elección no cambiará, ya está tomada. El proceso se cierra y se olvida, lo
importante es el final… El lunes se incorpora el/la nuevo/a.
Solo una persona sabe que
el proceso ha terminado… el vencedor. Para el resto seguro que caerá en el
olvido en la mayoría de los casos, o tal vez se enteren porque persistan en sus
llamadas a la empresa interesándose por el resultado. La mayoría pasarán página
y se quedarán con la duda de porque ell@s no fueron elegid@s.
¡¡Una llamada!! Sería
suficiente para cambiar la percepción de todo, para cambiar el sesgo de unos
cuantos candidatos, que aunque vencidos, tienen el honor de ser merecedores de
una explicación.
Ellos/as serán
embajadores de futuros procesos de selección que iniciarás dentro de unas
semanas, abriendo una carpeta con toda la ilusión del mundo, pensando que esta
vez si encontrarás ese “mirlo blanco” que necesita tu empresa.
Lo que no sabes es que
solo una llamada te separa de ser cuidador de aves o depredador de mirlos.
¿Te atreves a descolgar
el teléfono?
2 comentarios:
Excelente reflexión. Ocurre algo muy similar cuando se solicitan propuestas a diferentes proveedores. Finalmente se selecciona una de ellas, pero normalmente, la mayor parte de las empresas que han concurrido se han esforzado en la preparación de su oferta. Cuesta muy poco agradecerles ese trabajo.
Gracias Javier por la lectura y el comentario.
Es cierto lo que comentas, creo que siempre que exista una relación -comunicación- entre dos personas, debe existir una reciprocidad de respuesta para cerrar dicha comunicación.
Saludos,
@xsalas
Publicar un comentario