Aquí vinimos a descansar, le decía su madre a Andresito, así que tendrás que portarte muy bien, en aquella bolsa tienes tus cosas para jugar. De repente un fuerte golpe los sacudió y la luz les cegó, estaban sobre el sillón de un salón desconocido. Ante ellos los grandes ojos abiertos de Andresito, dispuesto a todo. No era para ellos ese anunciado descanso, de nuevo les esperaba una intensa lucha entre las manos de Andresito, algunos perderían brazos y piernas, otros incluso la cabeza. Se miraron resignados, en fin, la vida del juguete es así de dura.
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