Ya comentamos en la primera parte de Sintiendo Equipos (23 mayo 2008) que una de las teorías sobre la construcción de equipos y su correcto funcionamiento esta en saber gestionar los sentimientos de los miembros del equipo, pero sobre todo los que crea el propio equipo de forma independiente (como ente autónomo y no como suma de los sentimientos de los individuos). Analizar porque fracasan los equipos en algunas ocasiones (yo diría que en muchas) es una tarea ardua y tal vez de poco interés, al menos para leer aquí, pero si podemos preguntarnos: ¿Cómo podemos reducir los riesgos de fracaso de un equipo de trabajo?
Para esto creo que solo es necesario ocuparnos de los sentimientos y/o emociones de las personas que formaran el equipo. Esta claro que no es tarea sencilla, pero si minimizamos el rozamiento entre los sentimientos de cada uno y los que crea el equipo, podremos avanzar mucho en el éxito de ese colectivo.
Esta teoría va más próxima a la “Teoría de las inteligencias múltiples” desarrollada por Howard Gardner, que aplicada a los equipos de trabajo diría algo así como que el equipo no posee una única inteligencia, sino una diversidad de inteligencias que marcaran las potencialidades del equipo. Estas inteligencias trabajan juntas (sentido de equipo), pero son entidades semi-autónomas (cada uno de los miembros del equipo). Si queremos prevenir el fracaso de un equipo de trabajo deberemos pues asimilar que cada uno de los individuos que lo forman aportan al grupo su parte de inteligencia, sentimiento o emoción, en definitiva su forma o perspectiva de ver la vida y por tanto de afrontar los objetivos a conseguir por el equipo. Si conseguimos no anular gran parte de estas formas de ser, pero a la vez somos capaces de crear otra forma de ser independiente (el equipo como tal) que respete todas ellas, tendremos un equipo con una salud de hierro.
Para esto creo que solo es necesario ocuparnos de los sentimientos y/o emociones de las personas que formaran el equipo. Esta claro que no es tarea sencilla, pero si minimizamos el rozamiento entre los sentimientos de cada uno y los que crea el equipo, podremos avanzar mucho en el éxito de ese colectivo.
Esta teoría va más próxima a la “Teoría de las inteligencias múltiples” desarrollada por Howard Gardner, que aplicada a los equipos de trabajo diría algo así como que el equipo no posee una única inteligencia, sino una diversidad de inteligencias que marcaran las potencialidades del equipo. Estas inteligencias trabajan juntas (sentido de equipo), pero son entidades semi-autónomas (cada uno de los miembros del equipo). Si queremos prevenir el fracaso de un equipo de trabajo deberemos pues asimilar que cada uno de los individuos que lo forman aportan al grupo su parte de inteligencia, sentimiento o emoción, en definitiva su forma o perspectiva de ver la vida y por tanto de afrontar los objetivos a conseguir por el equipo. Si conseguimos no anular gran parte de estas formas de ser, pero a la vez somos capaces de crear otra forma de ser independiente (el equipo como tal) que respete todas ellas, tendremos un equipo con una salud de hierro.