domingo, 4 de abril de 2010

¿Por qué no hablan?

No lo podía entender, llevaba dos semanas en su nuevo trabajo y algunos de sus compañeros se resistían a tener una conversación normal con Santiago. Se notaba casi de forma inmediata quien era capaz de ser sincero o al menos intentaba transmitir información y quien, por el contrario, no soltaba prenda ni aunque se le preguntase de forma directa.

Santiago se planteaba porque las personas podían ser así, aunque en el fondo sabía que la desconfianza venia por el miedo o la amenaza que podía significar un nuevo “jefe” en el despacho.

Él hacia todo lo que estaba en sus manos para que las cosas fuesen lo más normales posibles, dentro de la distancia que de entrada ya ponían algunos. Se resistía a dejar las cosas así y pretendía cada día demostrar a todos que no era una amenaza para nadie, más bien una ayuda, una palanca nueva donde apoyarse para sacar adelante los viejos proyectos ya olvidados, pero no por ello inútiles.


Un día Santiago descubrió que los silencios no solo eran cuestión de confianza o miedo, también eran síntoma de cansancio. Las personas con mucho tiempo en la compañía ya no tenían confianza en grandes cambios y se encontraban bien acomodados, dejaban para el nuevo la lucha de ser emprendedor. En ese mismo momento se dio cuenta que llevaba dos semanas comportándose como los demás le pedían, queriendo agradar a todos, o cambiaba o se convertiría en un extraño, también para si mismo.

Santiago llego a la conclusión de que pasado un tiempo las personas debían cambiar de empleo o de posición dentro de la empresa, para renovar sus metas, el tiempo hace que las personas se acomoden y dejen de aportar todo su potencial, pasan a una posición conservadora y dejan de ser emprendedores. Dejan de ser ellos mismos, para convertirse en lo que los demás esperan de ellos, que en realidad no es más que hacer que los otros también estén cómodos.

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