Se circulaba
con dificultad por las carreteras, desde el estado Español sus ciudadanos se
trasladaban de forma masiva al país vecino, pasaban la frontera para completar
los trámites legales necesarios y poder disfrutar del deseado subsidio que
ofrecía este país. Dulce nunca había tenido necesidad de hacer este viaje, pero
ahora las cosas eran diferentes, el trabajo era escaso y pocos tenían el
privilegio de un sueldo regular. Dulce necesitaba esta ayuda para que su
familia pudiese comer.
Después de
pasar el control de fronteras y llegar a la oficina que tenía asignada, se
encontró un lugar triste, casi todas las personas eran de otros
países. Sombras grises y cabizbajas, intentando no cruzar las miradas. Hacinados
en los pasillos, en la puerta de entrada (donde estaban los fumadores) y
delante de las mesas de los funcionarios.
Blog Mis vistas del Mundo - Caminos de Ibeas |
Las
conversaciones no podían ser privadas, la sensación era como si todos
intentaran adivinar porque los demás estaban allí. Detrás de cada persona había
una historia diferente, muchas de ellas difíciles. Era como una caja llena de
historias, como un concurso de monólogos, pero sin mucha gracia. La única
distracción consistía en escuchar una voz metálica que anunciaba: “A117, mesa
15”. Después todo el mundo seguía con la mirada al afortunado poseedor de ese
número, intentando adivinar su vida.
Dulce tuvo
suerte, la funcionaria que le toco fue amable y ella tenía todos los
certificados que le pidieron. Le informaron que estudiarían su caso, pero que
siendo del estado Español, tenía muchas probabilidades de recibir una pequeña
ayuda. El estado INEM entendía las dificultades por las que pasaba su país
vecino.
Ya en el coche,
de regreso a España, Dulce se sintió relajada, por lo menos alguien ayudaría a
su familia, no tendría que recurrir a sus padres para terminar el mes. En su
mente siempre estaba la frase: “No me voy a rendir, no seré ciudadana del INEM
durante mucho tiempo”.
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