(Si quieres leer la primera parte pulsa este enlace: Erase una vez… Parte I)
(Este es un relato de ficción que solo tendrá parecido con la realidad en la imaginación de quien lo lea…)
Ventura seguía mirando por la ventana de su despacho, intentaba recordar como se podía haber llegado hasta ese momento, profesionalmente se lamentaba de las oportunidades que su empresa había perdido en sus luchas internas, personalmente estaba confuso, sus sentimientos habían cambiado, pero no sabia que debía hacer. Solo tenia claro que cada vez con más frecuencia se descubría a si mismo pensando en Carmen.
A principios de los años 2000 la empresa de Ventura estaba en plana ebullición, los cambios eran constantes y casi no podían controlarse, en realidad no se controlaban. Los tiempos de estabilidad no duraron siempre, el crecimiento de la empresa generó tensiones que no se supieron resolver, sobre todo entre aquellos que tenían la responsabilidad de marcar el futuro. Poco a poco el ambiente se fue enrareciendo y se generó inseguridad en toda la organización. Por entonces Ventura ya tenia su pequeño hueco entre los compañeros, le había costado mucho ser considerado un buen profesional dentro de un sector cerrado que siempre ha considerado que los que no lo conocen no pueden contribuir a su desarrollo.
Ventura ocupaba un cargo directivo y creía tener la responsabilidad de gestionar parte del cambio que empezaba a fraguarse. Se intentaba crear la estructura de una gran empresa, se quería competir con los grandes, pero se tenía la mentalidad de siempre, la de toda la vida. Por aquellos tiempos Ventura empezó a oír una frase que después fue muy popular: ¿Pero que están haciendo…? “Esta no es la cultura de la empresa”. Nunca fue capaz de definir con exactitud cual era la cultura de su empresa, cuando se lo preguntaban siempre daba definiciones ambiguas. ¿Su empresa no tenia identidad propia?
Pero en el fondo Ventura creía que no le faltaba razón a la frase famosa, la empresa que él había conocido unos años antes en el momento de su incorporación empezaba a difuminarse, los cambios que se introducían no estaban en consonancia con la cultura anterior de respeto, integridad, honestidad, parecía que todo podía valer y se podía caer en desgracia por más buen profesional que fueses. Se empezaba a instalar el miedo dentro de la organización.
Se produjeron un sin fin de incorporaciones, muchas de ellas sin sentido y otras para ocupar puestos que luego se vieron innecesarios para una empresa que no supo crecer de forma ordenada. Los cambios se precipitaron y en poco más de 6 meses todo cambio de forma radical, sobre todo en la parte directiva de la empresa. También Ventura cambio de responsabilidades.
Y en este cambio se produjo la entrada de Carmen. Ventura vio en ella una persona excelente, alguien a quien quería descubrir. Carmen sorprendió a Ventura sobre todo por su inteligencia y su integridad. La situación personal de Carmen era toda una incógnita, estaba casada y tenía dos hijos, pero en sus comentarios siempre se encontraba un fondo de desilusión, incluso de infelicidad… Carmen era mayor que él, unos dos o tres años, morena de aspecto menudo, atractivo y muy joven, no aparentaba la edad que tenia. Introvertida, pero parecía abierta a cualquier experiencia nueva.
Ventura vio una sonrisa reflejada en el cristal de la ventana de su despacho, recordar los tiempos de la incorporación de Carmen le traía recuerdos agradables. En ese momento alguien entro en su despacho, sobresaltado pregunto que quería.
- Nada Ventura. Solo quería saber si contamos contigo para las copas de después de la cena de esta noche, ya sabes… como siempre. Le dijo la visita inesperada.
- No lo se Ramón. Tengo un compromiso personal… No quería compromisos para esa noche, aún no sabia si Carmen estaría en la cena.
- Vale, bueno… ya sabes, los de siempre. Le dijo Ramón saliendo del despacho.
Ventura volvió a sumirse en sus recuerdos, pero no pudo recuperar la sonrisa que le había traído el recuerdo de tiempos pasados, porque en ellos también había cosas que quería olvidar.
Continuará…
(Este es un relato de ficción que solo tendrá parecido con la realidad en la imaginación de quien lo lea…)
Ventura seguía mirando por la ventana de su despacho, intentaba recordar como se podía haber llegado hasta ese momento, profesionalmente se lamentaba de las oportunidades que su empresa había perdido en sus luchas internas, personalmente estaba confuso, sus sentimientos habían cambiado, pero no sabia que debía hacer. Solo tenia claro que cada vez con más frecuencia se descubría a si mismo pensando en Carmen.
A principios de los años 2000 la empresa de Ventura estaba en plana ebullición, los cambios eran constantes y casi no podían controlarse, en realidad no se controlaban. Los tiempos de estabilidad no duraron siempre, el crecimiento de la empresa generó tensiones que no se supieron resolver, sobre todo entre aquellos que tenían la responsabilidad de marcar el futuro. Poco a poco el ambiente se fue enrareciendo y se generó inseguridad en toda la organización. Por entonces Ventura ya tenia su pequeño hueco entre los compañeros, le había costado mucho ser considerado un buen profesional dentro de un sector cerrado que siempre ha considerado que los que no lo conocen no pueden contribuir a su desarrollo.
Ventura ocupaba un cargo directivo y creía tener la responsabilidad de gestionar parte del cambio que empezaba a fraguarse. Se intentaba crear la estructura de una gran empresa, se quería competir con los grandes, pero se tenía la mentalidad de siempre, la de toda la vida. Por aquellos tiempos Ventura empezó a oír una frase que después fue muy popular: ¿Pero que están haciendo…? “Esta no es la cultura de la empresa”. Nunca fue capaz de definir con exactitud cual era la cultura de su empresa, cuando se lo preguntaban siempre daba definiciones ambiguas. ¿Su empresa no tenia identidad propia?
Pero en el fondo Ventura creía que no le faltaba razón a la frase famosa, la empresa que él había conocido unos años antes en el momento de su incorporación empezaba a difuminarse, los cambios que se introducían no estaban en consonancia con la cultura anterior de respeto, integridad, honestidad, parecía que todo podía valer y se podía caer en desgracia por más buen profesional que fueses. Se empezaba a instalar el miedo dentro de la organización.
Se produjeron un sin fin de incorporaciones, muchas de ellas sin sentido y otras para ocupar puestos que luego se vieron innecesarios para una empresa que no supo crecer de forma ordenada. Los cambios se precipitaron y en poco más de 6 meses todo cambio de forma radical, sobre todo en la parte directiva de la empresa. También Ventura cambio de responsabilidades.
Y en este cambio se produjo la entrada de Carmen. Ventura vio en ella una persona excelente, alguien a quien quería descubrir. Carmen sorprendió a Ventura sobre todo por su inteligencia y su integridad. La situación personal de Carmen era toda una incógnita, estaba casada y tenía dos hijos, pero en sus comentarios siempre se encontraba un fondo de desilusión, incluso de infelicidad… Carmen era mayor que él, unos dos o tres años, morena de aspecto menudo, atractivo y muy joven, no aparentaba la edad que tenia. Introvertida, pero parecía abierta a cualquier experiencia nueva.
Ventura vio una sonrisa reflejada en el cristal de la ventana de su despacho, recordar los tiempos de la incorporación de Carmen le traía recuerdos agradables. En ese momento alguien entro en su despacho, sobresaltado pregunto que quería.
- Nada Ventura. Solo quería saber si contamos contigo para las copas de después de la cena de esta noche, ya sabes… como siempre. Le dijo la visita inesperada.
- No lo se Ramón. Tengo un compromiso personal… No quería compromisos para esa noche, aún no sabia si Carmen estaría en la cena.
- Vale, bueno… ya sabes, los de siempre. Le dijo Ramón saliendo del despacho.
Ventura volvió a sumirse en sus recuerdos, pero no pudo recuperar la sonrisa que le había traído el recuerdo de tiempos pasados, porque en ellos también había cosas que quería olvidar.
Continuará…
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